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lunes, 16 de julio de 2012

Con el pez ballesta en Columbretes


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En muy pocas ocasiones he podido encontrarme con el pez ballesta pero cuando he llevado una cámara encima, su comportamiento ha sido curioso.
El pez ballesta Balistes carolinensis es una de esas rarezas con las que a veces nos recompensa el mar permitiéndonos disfrutar de su presencia y de este modo seguir alimentando nuestra insaciable curiosidad por la vida marina. Es muy difícil de ver buceando, supongo que será bastante escaso y por otro lado, busca fondos de hasta -100mts de profundidad, aunque al principio del verano realiza la puesta y fecundación de los huevos y se acerca más a la costa, a profundidades más asequibles para los buceadores.
Boca pequeña pero bien armada
Boca pequeña pero bien armada
Su figura no pasa desapercibida y rápidamente llama nuestra atención: de un color azulado con zonas más claras, tiene forma aplanada por los lados y marcadas aletas dorsal y ventral, una boca pequeña pero bien prominente en la que destacan unos labios carnosos y sobre todo una potente dentadura que nos recuerda a los peces loro tropicales.
Y os decía lo del comportamiento curioso ante las cámaras porque la última vez que lo vi durante una inmersión en Columbretes el pez, lejos de huir de mí, se iba acercando curioso y decidido, enfilando directamente hacia mi flash. Aproveché cómo no la ocasión y le hice un improvisado book dada su disposición a posar, pero a cada disparo el pez ballesta revalidaba su interés por mi flash al que parecía intentar darle un bocado.
Decidido a saborear mi flash
Decidido a saborear mi flash
Y esto ya me había pasado en otra ocasión, en la que interpreté su comportamiento como una mera veleidad sin más explicación. Ahora creo que siente gran atracción por los destellos, por el brillo del flash e incluso de un foco –cuando acudió a mi tenía encendida la luz piloto del flash- pues en alguna otra ocasión que lo he visto sin cámara no ha mostrado el mínimo interés por mi persona.
Así que aunque no sea para nada un pez peligroso habrá que tener cuidado en caso de llevar colgado de la oreja uno de esos pendientes de brillantes cuyo destello les pudiera incitar a probar nuestro apéndice auditivo.
Un encuentro en Columbretes

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