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jueves, 25 de octubre de 2012
Museo de la Mar de Peñíscola
Alguno de esos días en los que la mar no quiere dejarnos entrar a bucear podemos aprovechar para conocer de otro modo sus riquezas, como visitando el Museo de la Mar de Peñíscola.
Esta pintoresca localidad al norte de la provincia de Castellón es uno de los lugares con más sabor mediterráneo de nuestro extenso litoral. Aquí el mar impregna todos los rincones, desde el perfil de barco varado en la mar, como ha sido descrita la ciudad, hasta las intrincadas y laberínticas casas blancas que se asoman al azul mediterráneo.
Y en esta localidad de fuerte historia y cultura marineras no podía faltar un Museo del Mar, privilegiadamente asentado en la antigua ciudad coronada por la que en su día fue residencia papal, el castillo-fortaleza del Papa Luna.
Embarcaciones de todos los pueblos antiguos del Mediterráneo recalaron a los pies de la fortaleza pétrea de Peñíscola, bien para intercambiar productos con los nativos o para aprovisionarse de agua potable de los numerosos manantiales que aún hoy brotan junto al mar.
Por eso no es extraño que el mar devuelva de vez en cuando al exterior algún que otro vestigio arqueológico que nos habla de la antigua dependencia de Chersonesos con este mar. Ánforas fenicias, griegas y romanas, restos de alguna nave hundida que han superado la implacable acción del mar, como planchas metálicas del casco y clavos de bronce, cepos de plomo que formaban parte de las antiguas anclas con estructura de madera… son algunos de los restos que podemos ver en este pequeño museo que nos devuelve de algún modo a los fondos marinos de un litoral cargado de historia y pasado marinero.
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